"ULTIMAS NOTICIAS" CARACAS,
VIERNES, 16 DE DICIEMBRE DE 1994
Como las brujas en "La Tragedia de
Macbeth", de William Shakespeare, vaticinan al duro "thane" de Cawdor: "¡Salve,
Macbeth, que en el futuro serás Rey!", en uno de sus aquelarres, yo fungí
de gratuito arúspide al predecir que Américo Fernández aseguraría para sí "cuando caigan los
bosques, muera el hombre, y al final de los años, canta el cisne", para decirlo con un laureado
poeta, el lauro consagratorio en un escrito que firmé, a propósito de la aparición de su magnifica obra
"Historia del Estado Bolívar".
Algo de lo esbozado entonces parece comenzar a
materializarse: la adopción del volumen por parte de algunos organismos oficiales como texto indicado
para el saludable estudio de la Historia, tanto entre docentes de la primaria y
secundaria, como entre los de estudios
superiores o especializados.
Otro de los aspectos si se ha cumplido a
cabalidad. Me refiero a la exaltación de este intelectual estudioso de la
Academia de la Historia, por su puerta más amplia y brillante, pues el verso de DéAnnunzio
confronta un axioma irrefutable: "Del tiempo la ardua sentencia". Que es,
exactamente, lo acontecido a este escritor y periodista sembrado en Guayana
para llevar a conocimiento de la Nación y del Continente la vida da una región pródiga, grata y extraordinaria como la que más.
La noticia en referencia provino de una
información de Venpres, firmada por el periodista Gustavo Naranjo Jr. y publicada en el vespertino El
Mundo. Pocas satisfacciones
han hecho latir mi corazón como esas 43 líneas. Y, consiguientemente ha
derivado de ello una necesaria conclusión: si todos practicamos la lección
impartida por este maestro, ahora
togado, que es Américo Fernández, al tomar a la provincia como base y objetivo obligados de sus ensayos para lanzar su
nombre como catapulta hacia la consagración,
entonces otro sería el acervo histórico, cultural y científico de esta América nuestra.
En
Américo Fernández el hecho histórico pasa en forma castigada por la alquitara
de su privilegiada pluma, para convertirse
en agua clara, fresca y transparente y llegar hasta el lector para constituirse en saludable tónico para
su cultura en ciernes. Que en una consideración
colateral, es la verdadera función de escriba y testigo de la epopeya del hombre
a su paso sobre el globo terráqueo. El sociólogo con Arnold J. Toynbee a la
cabeza
viene
después. La piedra sillar o angular la labra y coloca el historiador autentico,
veraz, incontaminado, vertical.
Con lo afirmado por
Agathon, filósofo griego del Siglo IV antes de Jesucristo, en el sentido
de que "ni Dios puede cambiar al pasado" el intelectual ha enfrentado
y respetado la
grandeza de esta importante disciplina. La misma de a de don Miguel de
Cervantes Saavedra,
quien dice en su obra: "El ingenioso Hidalgo, Don Quijote de la
Mancha", "La historia, émula del tiempo, depósito de las acciones,
testigo de lo pasado; ejemplo y aviso de lo presente,
advertencia de lo porvenir", y de ningún modo como lo afirmado por Anatole France con su
inconfundible estilo, la historia, impurita y disoluta, vendida a los
poderosos, sostenida a sueldo de los reyes, enemiga de los pueblos, mísera y
falsa".
La disciplinada, metódica y elevada actitud de
Américo Fernández en Guayana, ha servido igualmente para dar vigencia a la
bíblica admonición del Divino Maestro, cuando en Nazareth, su
patria chica, exclama, no sin dolor, "¡Nadie, es profeta en su tierra!",
sacras palabras que el apóstol San Marcos se encarga de trasmitir a la
posteridad en un elevado magisterio
para ser grabadas en oro en el alma misma de los pueblos
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